Salmo 17: Letra completa y explicación

El Salmo 17 es un salmo del Antiguo Testamento de la Biblia, que se atribuye al rey David. Este salmo es una oración de David, en la que pide a Dios que lo proteja de sus enemigos y de aquellos que buscan hacerle daño.

El Salmo 17 comienza con David hablando de su rectitud y pidiéndole a Dios que lo escuche en su oración. Luego, David describe a sus enemigos como personas malvadas que lo persiguen y que están decididas a hacerle daño. Él le pide a Dios que los detenga y los aleje de él.

David continúa su oración diciendo que él ha seguido los caminos de Dios y que sus pies no se han apartado de su senda. Él confía en Dios como su protector y espera que Él lo rescate de sus enemigos. David pide a Dios que le muestre su amor y su misericordia, y que lo proteja como a la niña de sus ojos.

El Salmo 17 concluye con David hablando de su confianza en Dios y su esperanza de que Él lo salvará de sus enemigos. David también declara su compromiso de seguir los caminos de Dios y de vivir una vida justa y recta.

Letra del Salmo 17



Escucha, oh Dios, mi clamor justo y sincero. Atiende mi oración, que sale de labios honestos.

Haz que mi causa sea justa y recta, y que mis acciones sean vistas con bondad por tus ojos.

Tú has probado mi corazón y me has visitado de noche. Me has examinado y no has encontrado nada malvado en mí. Por eso, mi boca no pronuncia mentiras.

He evitado seguir los caminos de los violentos, conforme a tus enseñanzas.

Guía mis pasos en tus caminos, para que mis pies no tropiecen.

Te he invocado porque sé que me oirás, oh Dios. Inclina tu oído a mi petición y escucha mis palabras.

Muéstrame tu amor y tu misericordia, tú que salvas a los que confían en ti. Protégeme de mis enemigos, que se levantan contra mí.

Guárdame como la niña de tus ojos, cúbreme con la sombra de tus alas.

Protégeme de los malvados que buscan dañarme y de mis enemigos que me rodean para matarme.

Han cerrado sus corazones y hablan con arrogancia.

Me persiguen y me acosan, como leones que ansían devorar.

Levántate, oh Dios, y ven en mi ayuda. Derriba a mis enemigos y libra mi alma de los malvados con tu espada.

Por tu mano, oh Dios, protégeme de los hombres mundanos, cuyas vidas están llenas de riquezas y placeres. Ellos se sacian de hijos, y dejan a sus pequeños el resto.

En cuanto a mí, contemplaré tu rostro en justicia y seré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.



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