Desde temprana edad, el padre San Charbel sintió el llamado a una mayor soledad y aislamiento para orar en paz. Solicitó permiso de su superior muchas veces para trasladarse a una ermita cercana. Pero el padre Charbel fue muy útil para la comunidad. Su superior no quería dar permiso, por lo que continuó retrasando la solicitud de Charbel.
Después de servir durante 16 años como sacerdote en el monasterio, la intervención divina obtendría el permiso deseado para él. De nuevo, el padre Charbel le pidió permiso a su superior para convertirse en ermitaño. Su superior volvió a diferir, pidiéndole al padre Charbel que estudiara un asunto de cierta urgencia. Su superior le dio permiso para permanecer despierto más allá de la hora habitual para terminar la tarea.
Oración a San Chárbel para obtener protección
Reza esta oración a San Chárbel para obtener protección divina en tu hogar y para tu familia. La oración se debe rezar a diario con mucha fe durante 10 días para obtener la intervención de San Chárbel para conseder los pedidos.
Padre, santo y glorificado en tus Santos, tú que inspiraste a Chárbel, el santo monje, a que llevara una vida perfecta como un ermitaño.
Te agradezco por haberle concedido la fuerza y bendiciones para que pueda separarse de este mundo, para que el heroísmo de las virtudes de la pobreza, la castidad y la obediencia, pudiera tener éxito en su travesía.
Te suplico que me concedas la gracia de amarte y de poder servirte, siempre siguiendo su gran ejemplo. ¡Oh, todopoderoso!
Tú que manifestaste el poder de San Chárbel por medio de sus favores y sus milagros, te pido que me concedas tu protección y cuidado, te pido que me alejes de todo el mal que se encuentre a mi alrededor, te lo pido de todo corazón.
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Amén.
El padre Charbel fue a la cocina del monasterio a comprar aceite para su lámpara. El criado, queriendo burlarse de este monje sacro, llenó la lámpara con agua. El padre Charbel, absorto en la contemplación devota, no percibió la broma y regresó a su celda. Inmediatamente, el padre Charbel volvió a sus oraciones y encendió la lámpara llena de agua con facilidad. El sirviente, mirando, observó con asombro cómo vio a este sagrado monje quemando milagrosamente el agua. Llamó al superior del monasterio. El abad miró con los ojos muy abiertos la brillante lámpara que quemaba agua como combustible, y solo pudo exclamar: «¡Padre Charbel, ruega por mí!»
La noticia de este milagro llegó al Superior General de la Orden Maronita. Autorizó al padre Charbel a establecerse en la ermita de los santos Peter y Paul cerca del monasterio.
El padre Charbel regresó al monasterio de Saint Maron en Annaya. Aquí pasaría el resto de su vida.
El nuevo sacerdote era reverente en el ejercicio de sus sagrados deberes. Con gran humildad también realizó los trabajos manuales de la comunidad. La piedad del padre Charbel no podía limitarse al monasterio, y pronto se corrió la voz de su profunda devoción y dominio de sí mismo.
Un día, los monjes estaban trabajando en el campo cuando encontraron una serpiente peligrosa. Todo intento de asustar a la serpiente fracasó. Se llamó al padre Charbel. Se levantó tranquilamente de sus oraciones, se acercó a la serpiente y le ordenó que se fuera y que nunca regresara. La serpiente inmediatamente obedeció y se escabulló. En otra ocasión, enjambres de langostas comenzaron a plagar el área, poniendo en peligro los cultivos. El padre Charbel una vez más se acercó con calma a las plagas y ordenó su partida. Las langostas se fueron inmediatamente, y la cosecha se salvó.
Desde 1875 hasta su muerte, el padre Charbel vivió la vida aislada de un ermitaño. Siempre se sometió a la disciplina más estricta y sufría penitencias y ayunos estrictos. A más de 5.000 pies sobre el nivel del mar, la ermita proporcionaba un pequeño refugio del duro invierno o del calor del verano. El padre Charbel mantuvo una camisa de pelo escondida debajo de su hábito. Con poca comida y privado de todas las comodidades, el padre Charbel era el hombre más feliz del mundo. Nuestro Señor Jesucristo se convirtió en su fortaleza y su alegría, su única razón de ser.
El padre Charbel ofreció diariamente la Santa Misa en reclusión de su ermita. Pasaría horas de rodillas preparándose para la misa, y horas después en acción de gracias. Durante 23 años, su ofrenda a la Divina Liturgia en la ermita de la montaña sagrada invocó las bendiciones del cielo sobre él, su país, la Iglesia y el mundo. Los que asistieron siempre dijeron lo mismo sobre él: su voz era baja, pero su rostro brillaba con una alegría interior. Su profunda unión con su Divino Maestro irradiaba en cada palabra y acción.
La obediencia del padre Charbel se volvió legendaria, su castidad angelical abarcando todo su ser, y su pobreza llegando a extremos que muchos otros santos no alcanzaron.
En diciembre de 1898, mientras ofrecía la Santa Misa, el padre Charbel sufrió un derrame cerebral. El sirviente que lo ayudaba tuvo que sacar la Sagrada Hostia de sus manos. Solo siete días después, en Nochebuena, pasó a la eternidad.